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lunes, 12 de julio de 2010

EL JARDIN Y LA ERA DE AGARREA TXIKI

Llegaron las vacaciones de la ikastola y empezó el curro en el exterior de Agarrea Txiki.
Tras 8 años de trabajo sobre todo en el interior ha llegado el momento de arreglar un poco lo de fuera. A Sagrario y a mí nos apetece tener un jardín en condiciones, limpio de cascotes y agujeros, donde crezca la hierba y algún que otro árbol y donde Sara y Aimar y todos los txikis que vengan puedan jugar con más comodidad.
Ha sido un trabajo bestial: varios días levantándome a las 6 para empezar a mover piedras, tierra, coordinar todo y tener la cabeza casi exclusivamente en este proyecto.
Yo sabía que podría resultar, que las piedras de la antigua era estaban ahí y que había suficientes como para hacer algo bonito. Tambíen calculé el dinero que me podía costar esto y la verdad es que no me he confundido nada.
Contraté a Alfredo, palista del pueblo que ha venido encantado a trabajar todos estos días: almuerzo, cervecitas, cerca de casa, buen rollo...
Empezamos por limpiar todo aquello que sobraba: piedras sacadas de la obra, montones de tierra acumulada de estos años, mover de aquí para poner allá... y poco a poco hemos ganado unos metros hacia el sur.
También limpiamos la entrada al terreno pensando en un futuro cercano poner una plancha de hormigón prolongación de la ya existente y que cree un acceso más cómodo a los vehículos.
Contacté con un constructor que vendía tierra buena de relleno y traje una bañera de unas 30 toneladas de tierra de orilla de río: limpia de piedras y de una calidad extraordinaria. Visto el camión parece mucho pero una vez en el suelo y extendida la verdad es que no parece tanto.
Alfredo, palista con mucha experiencia esparció el material creando las pendientes naturales para que el agua de lluvia desagüe adecuadamente. También conté con la ayuda desinteresada de Fernando, ganadero del pueblo que prestó su tractor y remolque para facilitar el movimiento de tierras y que también estuvo moviendo piedras como un campeón hasta que sufrió un tirón bestial en el brazo y tuvo que dejar de trabajar y poner el brazo en cabestrillo varios días. Sagrario se ofreció a curarle con esas manitas que tiene y tras varias sesiones de masajes parece que lo ha dejado como nuevo. También tengo que decir que en estos días de fatiga y trabajo constante ella ha sido la que nos preparaba el almuerzo, la comida y mantenía la casa a punto porque yo la verdad es que no daba más de mí.
La parte más difícil era la de desenterrar las piedras de la antigua era. Había voces que creían que no había tantas pero yo por mis recuerdos y mis indagaciones por el terreno calculaba que había tantas como necesitaba.
La pala iba rascando: las grandes las apartaba ella y yo las medianas y pequeñas las subía a la plancha de hormigón: fue un trabajo emocionante el ir viendo cómo salían estas moles.
En varias ocasiones me han dicho que algo mejor hubiese sido pasar de ellas y enterrarlas pero siempre he dicho que para mí tienen un alto valor sentimental. Son piedras que han conocido a generaciones que han vivido aquí y que han servido para que la gente trillase su cosecha. Un tesoro que no podía ser enterrado.
Una vez estuvieron todas las piedras fuera marqué con cordel el camino que quería crear. Alfredo rascó aproximadamente 40 cms. el terreno y rellenamos 20 con todo uno, un material que nos iba a permitir encajar las piedras y nivelarlas una a una con cierta comodidad.
Primero pusimos las piedras más grandes en los bordes y luego fuimos rellenando con el resto.
Nivelarlas no fue fácil ya que algunas pesan una barbaridad, Fernando se había lesionado así que pedí ayuda y vino Txeroki. Un auténtico placer: fuerza bruta y risas.
Una vez planteadas pasó la máquina por encima para hacer el primer nivelado, todavía quedaba mover unas cuantas para calzarlas, rebajarlas, moverlas, cambiarlas... Cada piedra tuvo su momento.
La máquina, el palista y Txeroki ya acabaron y así es como quedó: la entrada de la casa un poco más ancha para los vehículos y una zona con dos postes para atar a las caballos y ensillarlos cómodamente y el resto un camino de unos 2.5 de ancho que lleva a la entrada al campo.

Martín, hermano de Fernando, nos trajo arena que había sobrado de la obra de la sociedad del pueblo y Sagrario y yo llenamos parte de los huecos entre las piedras. Habíamos reservado parte de la tierra de la bañera y con esa cubrimos hasta el nivel de las piedras. Tras remojar con mucha agua para que todo uno, piedras, arena y tierra asentase vino el trabajo de limpiar tambíen una a una con cepillo las piedras.
En la próxima entrada se verá el resultado final a expensas de que llueva, salga la hierba y estén plantados los árboles y arbustos que Eduardo con su sabiduría nos ha aconsejado dónde y cuáles poner.
Muchas gracias a mucha gente: Alfredo, Fernando, Eduardo, Martín, Txeroki, Danilo y Sagrario.
Eskerrik asko, bihotzez!

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